jueves, 22 de junio de 2017

Piedra de odio.

Eres el castillo en el aire,
sostenido por sotanas con rastro y saliva de niños,
pegamento que une las bisagras profanas de tu existencia,
oscuridad, vestida de mármol negro color esclavo,
no mereces ser la sombra de Pizarnik,
o la muerte de Huidobro.

Te autodenominas vida, deseo y voluntad,
aun detrás de las montañas de cuerpos.

Blanqueas tus actos impíos en edificios de adoctrinamiento,
en la redención de los payasos,
bufones diezmados y diezmeros,
que voluntad más barata,
para los vitrales de la vergüenza. 


Es más fácil tener dinero,
que merecer los reinos de los (hipotecables) cielos.

2 x 1 en su entrada al paraíso todos los lunes,
6 cuotas sin intereses, CAE 38% de miseria.

Pero no todos los días despiertan en tus sermones,
hoy, no,

Y salgo a declarar lucidez, levanto en ideas, tomo las armas de la razón,
ciencia en tu castigo,
grasa en tu vértigo,
Indómitas, rebeldes,
Como un apuro desinteresado.

Hoy seré la niña, pequeña y poderosa, abuela, madre, amiga,
quemada, torturada, ahogada,
violada, esclava, olvidada,
por tu apetencia machista.


Seré el mapuche,
exterminado, encarcelado, exiliado,
un pueblo que va de la raíz del foike al cielo de Tirúa,
despojado a puntas de mentiras,
de esas que hacen palidecer al más mezquino de los mezquinos.

Pero por sobre todo, hoy,
seré pobre,
sumergido y ahogado en el agua bendita que cae de las bacinicas papales,
el líquido que limpia el excremento que baja por las calles de la Conciliazione,
cuajado y arrojado a la guerra,
pateado, maldecido, condenado,
Ignorado y perseguido,
por tu desangrado colonial. 


El amor a la humanidad,
no me permite seguir aguantando este castigo,

con el deseo de vengar milenios de opresión,
juró (prometo),
seré tu eterno traidor, el Judas de nuestros tiempos,
pero más temible,
porque vengo a declarar la guerra,
abierta y en todos los frentes,
a tu verdadera faceta,
y sospecho,
que frente a este punto de inflexión,
volverían a pensar,
al ver el mundo que has construido:

Mira los muertos,
los avaros,
los ricos,
por favor, mira a los ricos.

Y mira a los pobres,
una batahola de injusticia y anuencia.

¿Que dios permitiría tanto odio?

¿Tanto dolor?

¿Que dios haría caso omiso frente a la niña violada, castrada y asesinada, como herramienta de entretención?

No, tu falta de humanidad sólo contradice esa falsa idea de semejanza.

O no existes,
o nos odias;

Y si levantar todo el clamor de mi humanidad significa llevar mis ideas a un extremo, del cual tal vez nunca vuelva,
entonces, prepararé mi voz opositora,
hasta el día que seas parte de la historia y no quien la haga,
hasta entonces,
seré el fuego que escupe tu piedra.

martes, 20 de junio de 2017

A través de mis anteojos.

Los veo caminar,
ovejas angustiadas en su existencia,
exaltadas, vociferando la felicidad máxima,
entre los deseos,
mamas de silicona,
narices respingadas por el bisturí obligatorio,
llorando perfumes,
comiendo carteras,
bebiendo accesorios,
abrazando las compras y los modelos,
siempre los últimos,
soñando con tener más y más,
consumiendo la droga de los centros comerciales,
mirando el paquete del modelo de madera,
con sus calugas descontextualizadas,
frustradas en la panza real del marido,
de un país sumido en la comida y el vómito,
repertorio que repite incansablemente,
flaco es felicidad,
pobre es tristeza,
un perfil que nos hace,
su centros de estudio,
marketing de humanos y números de hígados,
tan poco cómico,
tan trágico.
Así los veo caminar,
ovejas del movimiento más derrotado,
que convencieron de ser el más victorioso,
sumisas como monjas de convento,
socialdemócratas del artilugio político,
avanzan en la rueda de la miseria,
arrastrando esas deudas impagas,
buscando conquistar un mundo que los invita,
como el dulzor de la planta carnívora,
no los quiere, no les pertenece,
los busca como herramienta de opresión,
observado desde lejos,
cubierto por una ventana de dinero,
resguardado por los canes del estado-empresario,
para cumplir con la cuota moral,
aun cuando a estas alturas dudo,
y con toda razón,
si es que estas ovejas sentirían algo,
cuando les cortasen el cuello,
para dejarlas desangrando en la pradera,
que alimenta el pasto,
donde saldrán los ejecutivos los domingos,
a hacer jogging y todas esas cosas,
que solo ellos, hacen.

La muerte y los lentes oscuros.

Apretar constantemente las comedias sátiras, proyectando cansancio y angustia,
desde la austeridad de los conocimientos, abrasivos,
sitiando con cada golpe,
la piel destrozada,
los dientes quebrados frente al metal,
blindando,
el perímetro de la total locura.
Ingenua frente a la puerta cerrada del exilio.
Ronceando a tropas de espantapájaros llenos de semen.
(Pre)potentes, ante ella.
Insípido para las caracolas infladas en el carrusel oxidado,
bajo la luz de la luna,
intuitivo,
en las canicas del abuelo que fue alguna vez comunista,
entretenidos en su comercio irregular,
pasando entre nafta y orina
armonizando los adoquines
que caen rompiendo las rodillas de la dama.
Peces manoseados por el santo y seña.
Escobas desafiando la búsqueda de un destino errado.
Iglesias, calladas y gritando,
premoniciones antojadizas.
Todo lejos.
Excepto, la inevitabilidad de la muerte.

Cuando regrese.

Regresaré perdido en la corteza de los tímpanos
alargando perdidamente las tiritas y los festines
Comeré para achicar mis sotanas de incendiario y jugaré enojado a hacerle el amor a las estrellas
como una figurita de mar risueña en su abrazo inepto
sumergida en la rota tontera
que nos desnudó alocadamente en su idea de islote
Ingeriré moscas como canarios fritos queriendo comprender las músicas que evocaban delicadamente tus trompas a mis orejas
Seremos como mareas irreconciliables o comeremos en forma triste fritos de papayas asomados en su azul canasta o verde nariz
(a veces creo que mi daltonismo es recordado solo cuando tengo ganas de ir al baño)
Gemiré por ojales de la ciudad que encierra mis tendones a cada remolino que tropieza en las esquinas enfocando sus giros como pedazos de
campanas
púberes
indiferentes.
Traspuntines
insolentes
tropezándome
fuéramos plenos cadáveres enjaulados a terrores de pulsares imitando los mismos sonidos del mayor ejemplar de los perros de casa.
Que todavía esperan.

Lejos de ti.

Imagino poder alejar todo de ti,
enviar mis perdigones de mostaza a las altas montañas que vigilan hacendosas nuestro valle,
convertido en la escenografía de todas esas cosas que trato de olvidar entre mis recuerdos cotidianos,
lamiendo con vidrio el extracto de mis ojos, donde te veo persistir,
casi como una pesadilla que recuerda, el ciclo de esos besos catastróficos.
No dudaría ni un terrón, en regalar mi frente de madera,
para encontrar la solución más aritmética a este problema histórico,
alojado en mi ventrículo derecho y bombeado por el traidor,
a todas las actuaciones de mis manos, de mis ojos y por supuesto de mis zapatos,
medios cansados en esta vorágine,
y tantas fiestas de remembranza.
O al menos, comer la manzana envenenada,
disfrazando la idea de odio o la indiferencia embellecida por la nostalgia,
confundiendo cada centímetro que nos aleja en kilómetros de caminos hechos de tiza y nubarrones con formas parecidas a ti,
obviando el hecho imperecedero,
insostenible en el solsticio de una nueva primavera,
caprichosa en tu ausencia
que se arrastra entre los comensales,
del gran salón
en donde almacenaré,
todo de ti,
lo más alejado,
de mí.

Hijo Muerto.

Te pido perdón,
en nombre de mi iris confundida,
por las increíbles imágenes de una sociedad enferma,
secuestrada por las mayores infamias de los pocos y absolutos poderosos,
pido perdón, despojado de todo,
por las teclas negras que cubren esta máquina negra,
ocultando la luz que apenas entra triste, por las cortinas viejas y sucias,
potenciando una sensación que socorre mi existencia,
convirtiendo la paciencia en vergüenza,
hijo muerto.
Es que no entiendo que paso.
En qué momento nos acercamos tanto al abismo que proyecta las sombras de un mundo que gritamos como civilizado.
¿Cuándo nació el santiamén de segundo en el cual nos convertimos en esto?
Te pido perdón,
con todo el arrepentimiento de no haber hecho más,
el no conversar con el chofer, el vecino, amigo, hermano,
convencerlos de que las cosas no valen la vida,
ningún congojo vale la falacia violenta de la propiedad privada,
introducida por los que tienen todo,
para hacer creer a los que nada tienen,
de la mentira de la posesión,
que los autos nos sacan sonrisas,
pero como los muertos,
no dan abrazos,
ni buscan el consuelo,
ni besan con rabia,
ni corren por las calles de nuestra consciencia,
hijo muerto.
Tampoco quise contarles,
los agravios de nuestra infidencia,
que los higos se esconden tristes tras la venganza,
de unos sobre unos,
de los mismos pobres de siempre,
sobre los mismos pobres de siempre.
Te pido perdón,
por tus victimarios y víctimas,
es que parecen fantasmas de otros tiempos,
mientras los mismos ríen en sus casas,
los verdaderos responsables,
con todos los autos,
como fuentes de codicia,
pero no descanses,
ellos también arrastraran el yugo de tu muerte en sus manos,
nos encargaremos de ello,
hijo muerto.
Te pido perdón,
por no nombrar a los verdaderos responsables,
por esquivar el nombre de los ricos,
de los medios,
de los enteros,
acumulados al borde de la inmoralidad,
sumergidos en la esquizofrenia útil de quien cree que debe conquistar,
todos los aspectos de la vida,
convertir al hijo, en enemigo del padre,
al hermano, en enemigo del abuelo
y al pobre, en enemigo del pobre,
hijo muerto.
Te pido perdón,
por no poder traer tu nombre a la muralla de los muertos injustos,
por los periodistas podridos de canales de televisión terribles,
por las palabras livianas que te crucifican en juzgados de credos,
por las calles que no van a recordar tus pasos,
por los niños con los cuales no jugarás con ganas,
por la madre que no besará tu frente,
por los árboles que no te darán sombra.
Por ello, pido perdón,
para mañana no olvidar el hecho triste,
que te llevo a la tumba antes que al colegio,
hijo muerto.

Error en el crear.

Cuando
antojadizamente
te enviaron a crearme,
en cuerpo y alma
en flujo y carne
me buscaste,
en la zorra
en el tordo
en la mierda
en el cielo
y decidiste
crearme
del lodo
así lo difundiste
tierra y agua
pero de nuevo
equivocaste
no lo fui
no lo soy
no lo seré
porque me hicieron de tu sangre
de tu carne
de tus músculos
cansado de tanto crear
me hicieron de la luz filtrada a través de tus manos
me colaron en tu sudor
me mordieron en cada centímetro de tu piel
me forjaron de cada torpe pupila de tus ojos
yo soy tú
en este lugar
lo sepas, o no.
lo quieras, o no.

El colega de la vereda

Alucina la pasta, saborea su dulce aroma,
recorre las infantiles bermas sin niños, sin juegos,
contestando teléfonos de piedra, machacando dientes,
o riendo con encías rotas, llenas de barro.

Camina las veredas trizadas, resquebrajadas,
sumerge su vergüenza en neopren, del barato,
acaba con el duelo de su vida, sus 29 años, de penitencia,
amarra su barco a la orilla de la desesperación, con jeringas y codos de cobre.

Come poco y a veces nada, miserias que las ratas rechazarían,
todos los días una dosis letal de despecho y ansias,
vuela duro y fuerte, como gorriones cocainómanos,
su corazón se reduce en la adicción al descalabre y la jerga.


Así está el colega, de ropas llorosas y lentes lechosos,
de mugre, carmín y viveza sin vida, emputecida,
lloviendo la voz ronca de sus palabras más calamitosas,
- una moneíta pa’ comer ca’allero -

lunes, 19 de junio de 2017

En tu boca.

A veces en ella,
respiro en forma inusitada,
bebo hasta emborracharme de ti,
como si la carne de tus labios fueran alimento para un hambriento,
lloro en las noches que la veo irse de mi lado,
rio del espanto de sentir esto,
grito por el placer del sexo de mis dedos en tus dientes,
hablo entre las almohadas que no dejan sentido,
juego a quererme y quererte, en viceversa,
beso como nunca antes lo hice contigo y si ti,
duermo esperando volver a despertar en ella.

En definitiva
En tu boca
Vivo como sombra de mi mismo.

¿Por qué entonces
no quieres vivir
en mi boca,
que son finalmente
tus propios labios
en la ansía de mi
nostalgia
que me llena de ellos?


viernes, 16 de junio de 2017

El responso de la angustia

Sujeta el color claro,
emulando,
tiempos de vagos,
ocaso, pérfida y malentendida,
estruendo de iglesia incendiada
por tus pecados terrenales.

Hoy me fui,
mirando atrás por si veía aparecer la esquina
sin tu perfil de caminadora empedernida
ni tus falanges explosivas
pensando en esos días
donde me tomabas de la mano 
para llevarme a comprar pan, diario, caliche.

También trate de llegar,
nuevamente, entre los días devastados
y tampoco estabas,
no me esperabas,
mi pupila derecha estaba en un plan maquiavélico para quedarnos solos.

Cuando hablamos.

Largos son los comensales,
llenan infinitamente el pliego,
terco y suspicaz, ávido,
mordido,
placebo en la rabia,
genuino en la palabra,
claro en ideas,
sujeto a sus fantasmas,
demoníacos.

Largo el resto,
la estela inconclusa,
cuando suspiro tenue,
rompe silencios,
zumbido eléctrico,
de una válvula sin escape,
hecha pedazos,
o manos de otros,
también hechos pedazos.

Larga la conciencia,
pesa sobre todo,
educadamente ignorado,
ruegos genuinos,
de una madre en guerra,
asustada por el hijo,
la hija y su munición,
vida desterrada,
a los salones desiertos.

Larga la proeza,
tímido ronquido,
de varios cometas ligeros,
el aire se construye,
de presagios reiterativos,
caen a balazos y culatazos,
sobre nosotros,

los mismos de antes,
solo que distintos.