miércoles, 12 de julio de 2017

Cuando me atrevo a besar tu espalda

Comienzo en el sosiego,
de ver la distancia,
métrica,
convertirse en una cuestión metafísica,
observando la presencia,
pérdida e inestable,
de la figura de tus aromas,
o las correctas ideas sobre tu piel,
chocando con mis ganas,
insurgentes,
de besar de a poco,
la realidad de tu espalda,
los bordes de tu cuello,
las centurias de tus hombros,
inimaginables méritos,
acongojados en la indisciplina,
de tu cabello bipolar,
o tus manos que sujetan,
mis anclajes,
de supersticioso.

¿Tendrá mi boca la voluntad heroica de atravesar el universo que se encuentra sumergido en el tiempo-distancia de las sabanas combatientes al borde de un horizonte lleno de temblores y (des)esperanzas, última vanguardia para asaltar con la infantería de mis dientes los páramos secretos de tu espalda de marfil y arena?

Espero, así sea.

De nuevo.

lunes, 10 de julio de 2017

Mil trescientos trece egresos administrativos.

Mil trescientos trece
niños
niñas
muertos
olvidados
contabilizados como activos y pasivos
dentro de la demoledora concepción de accountability en la cual quieren recluir a estos retazos de pureza, llorando tras las puertas moradas,
en los patios vacíos,
en camas de acero,
murallas mojadas en invierno,
sabanas manchadas con temor,
cielos cayendo a pedazos, sin oportunidades, sin horizontes,
gendarmes en vez de profesores,
drogas en vez de juguetes,
violaciones en vez de canciones de cuna,
terror y terror, por sobre cualquier palabra de amor.

Es que la humanidad fue secuestrada al consumo,
donde todos van a comer,
el dinero robado a quienes más lo necesitan,
siempre, a los mismos de siempre,
egoísmos endógenos, robos partidistas,
fortunas a propósito de las sangre y el semen,
directores y gerentes,
comprados, vendidos,
niños,
comprados, vendidos,
seres podridos desde los huesos,
doloroso, hasta los dientes de toda nuestra especie.

Sin llanto que consuele, sin dolor que amague,
la imagen famélica de ver aventada a la perdición a toda nuestra generación,
por la ventana quejumbrosa de quienes se ahogan en las esquinas de la desesperanza,
maldición! por qué los niñas!?
maldición! por qué las niños!?

No les bastaba con la guerra,
con destruir este mundo, que iba a ser el mundo de ellos,
ahora los despedazan antes de tener voz,
los enmudecen antes de tener puños,
los asesinan antes de tener fuerza.

No espero nada de ustedes, baldes de excremento conservador,
y aún así,
hacen sentir un odio que grita venganza en mi frente, una y otra vez.

domingo, 9 de julio de 2017

Hijo muerto

Te pido perdón,
en nombre de mi iris confundida por las increíbles imágenes de una sociedad enferma, secuestrada por las mayores infamias de los pocos y absolutos poderosos,
despojado de todo, por las teclas negras que cubren esta máquina negra,
ocultando la luz que apenas entra triste, por las cortinas viejas y sucias,
potenciando una sensación que socorre mi existencia,
convirtiendo la paciencia en vergüenza,
hijo muerto.

Es que no entiendo que paso.

En qué momento nos acercamos tanto al abismo que proyecta las sombras de un mundo que gritamos como civilizado.
¿Cuándo nació el santiamén de segundo en el cual nos convertimos en esto?

Te pido perdón,
con todo el arrepentimiento de no haber hecho más,
el no decirle al chofer, al vecino, al amigo, al hermano,
que las cosas no valen la vida,
ningún congojo vale la falacia violenta de la propiedad privada,
introducida por los que tienen todos,
para hacer creer a los que nada tienen,
que todo deben tener todo,
que los autos nos sacan sonrisas,
pero como Prometeo,
no dan abrazos,
ni buscan el consuelo,
ni besan con sangre,
ni corren por las calles de nuestra consciencia,
hijo muerto.

Tampoco quise contarles,
los agravios de nuestra infidencia,
que los higos se esconden tristes tras la venganza,
de unos sobre unos,
de los mismos pobres de siempre,
sobre los mismos pobres de siempre.

Te pido perdón,
por tus victimarios y víctimas,
esos que parecen fantasmas de otros tiempos,
mientras los mismos ríen en sus casas,
con todos los autos,
con todos las suertes,
no nos dejan ni los tiempos,
tiempos, como ayer,
tiempos como hoy,
tiempos como mañana,
Esperando que ellos también arrastren el yugo de tu muerte en sus manos,
hijo muerto.

Te pido perdón,
por no nombrar a los verdaderos responsables,
por esquivar el nombre de los ricos,
de los medios,
de los enteros,
acumulados al borde de la inmoralidad,
sumergidos en la esquizofrenia útil de quien cree que debe conquistar,
todos los aspectos de la vida,
convertir al hijo, en enemigo del padre,
al hermano, en enemigo del abuelo
y al pobre, en enemigo del pobre,
hijo muerto.

Te pido perdón,
por no poder traer tu nombre a la muralla de los muertos injustos,
por los periodistas podridos de canales de televisión mediocres,
por las palabras livianas que te crucifican en juzgados de credos,
por las calles que no van a recordar tus pasos,
por los niños con los cuales no jugarás con rabia,
por la madre que no besará tu frente,
por los árboles que no te darán sombra.

Por todo ello, te pido perdón,
para mañana no olvidar el hecho ajeno,
que te llevo a la tumba antes que al colegio,
hijo muerto.