martes, 24 de octubre de 2017

Si es que se debe terminar todo, que así sea.

- No me imagino otra gema que le haga el peso al metal -

Estoy sentado entre medio de mis pupilas que se sobrecogen con la canción de invierno que sonó tantas veces a través de mis recovecos de mujer sometida, poco a poco liberada, poco a poco llamada a encabezar todos los sentidos de verdad.

Se me vuelve perturbador, las palabras que van cerrando los pequeños espacios que abrí con mis dedos de noctámbulo, mojando con mi lengua la parte más dura del clítoris que se revuelca al borde del mar, y duele tanto sentir que ya no tendré la oportunidad, paradisiaca, de volver a saborear los bordes de tus labios liberadores.

¿Porqué me llamaron a esta arremetida?

De cuantos corazones vive un hombre, cuando la promesa de sentir futuro se distancia de los días presentes, más en cada paraíso que va sentando cada uno de las ideas rebeldes, corriendo entre los portentos que nunca llegaron o las primeras palabras que enredaron tus garantías a mis fauces.

No tengo miedo, torero, no tengo miedo a sentir la rabia y la injusticia que profana mis amigdalas llorosas, esas mismas que pusieron toda mi relevancia como poeta sobre la impostergable falta de mujeres en estos versos que se van constituyendo como presa del pasado, sin que me dejen ver el futuro.


Los días perdidos de tu falsa primavera

¿Consultaste, cómo eran los días antes de nublar con tus pezones oscuros todas esas prominentes esculturas que se agrupaban, así gárgolas pelirrojas, entre tus dedos de camisa rota?

Parece un monticulo de gestos
el parte de comida
azotandose entre torres de mármol
sin sentido
ni perspectiva que sea mayor
debido a las cosas

insípidas en tu olor
arrasando cualquier pobre y triste hombre

ocurriese en algún momento ser santiamén
o segundo
o cualquier de esas cosas que los hombres
cuando no saben que hacer
van haciendo
por el resto del mundo
y yo me comprometo
a volverme toda una parodia
de un mundo falso
en donde podíamos besarnos
todas las tardes
en los mismos balcones
que ahora se cerraron
y lo más paradojico
es que es al reves
porque la primavera vino a cerrar las ventanas
y el cielo se despejo a la calamitosa
tarea ardua y potente de reconocernos como enfermos
que no tiene cura
porque las curas son para los enfermos
y la enfermedad que tengo
no quiero que se pase
porque cuando se pase
se ira todo
absolutamente todo
de lo que tan brevemente
fuiste.

Y extraño, por cada minuto
en donde no puedo apoyar mi cabeza
entre tus dedos de tirana
la sonrisa 
que se vuelve mucho más acorde
a lo que yo como color he querido
llevar a las playas
donde con un palito de sauce
rompo las líneas eternas de la arena
dibujando las sonrisas que a nadie
se le ocurriria llevar a cabo
porque no son
ni les interesa que escriban tu nombre
entre medio de las olas
y sus brebajes
que nos van a llevar de vuelta
una y otra vez
de nuevo
de nuevo 
hasta que se borre todo de ti.



jueves, 19 de octubre de 2017

de seguro tendremos miedo

Bueno,

Llego ese final
que suena a comienzo
de final.

momentos en que te diste cuenta que solo podías sostener de mi, la batería de mis ansiedades, unos cuantos kilowatts antes de prenderse en el ahogo de lo que entiendo, como mi ventana de emergencia llena de palancas y martillos que rompe y raja.

es que puedo ser toda la corriente del mundo

sé que puedo disipar las aguas con mis ganas infinitas de todo y todo

mi provocación al hacer
se vuelve tan apátrida
como corazones que se enfocan
el uno en el otro
sin tener respeto alguno por la soledad
Vaga.

conozco mis impetuosas tendencias
a descubrirlo todo
ahora
en cada segundo
en cada minuto

a sonreir como si no existiera
hoy, o mañana

y también conozco esa sensación
de autodestrucción
que me empieza a salir por la garganta
cuando como niño chico
veo salir de mi mismo
los entusiasmos
las cabezas rapadas (no nacionalistas)
las ideas fijas que se distorsionan en forma continua, acumulando mariposas en las esquinas, para quemarlas lentamente con bencina blanca, mientras las ve ascender entre las luminarias públicas que no permiten ver más allá del encandilamiento de los ojos perdidos.

Y se pierden,
estas mariposas, ahogadas en el asfalto de porquería que fecunda el pasado con semillas inseguras, de ellas mismas y de mi mismo.

y se vuelan,
alborotadas por el humo incendiado de proezas que cometieron otros, mientras juego a distinguir entre esas salidas opacas, calamitosas y estruendosas palabras. No quiero verte más.





Pesarán los días de abundancia.

Recorreré con mis inquietudes
simposios donde velará la muerte sus entredichos,
y no volverán a reírse los que antes reían,
en el solo hecho de entenderse distintos,
neófitos de la verborrea indecente,
pésimos amigos,
constantemente sometidos a la derivación,
pura e ilógica,
de una ciudad de sotanas y relicarios, putrefactos.

No creo en tu cruz,
ni en la idea de un mesías,
los mártires mueren, con sus ideas en el pecho. Y no reviven, nunca.

¿Qué valor tiene morir, si la muerte no te puede alcanzar?

¿Qué justicia se puede buscar, si no se está dispuesto a perderlo todo por ella?

La luz de la vela alumbra demasiado poco como para tratar de quemar el mundo.

A las 12:15 siempre llega el mismo mensaje, recordándonos que no tenemos mucha opción.

Cada una de mis uñas es una apuesta nueva al nuevo horizonte que estamos construyendo.

Vagaré, pero siempre con la sonrisa de quien está a punto de morir.

Y moriré, tratando de ser tan leal como insurrecto.