miércoles, 30 de agosto de 2017

Mis caricias se derriten a tu espalda

Comprendí hace muy poco, lo poco, con que tú me vuelves inhóspito.

Sentí la calma ansia, la fuerza triste, los días grabados entre conjeturas periódicas, malabares de sensaciones que se acumulaban a mis ventajas estudiadas, focos de estruendo que rompen los tímpanos llenos de miedo, liberando el sucedáneo de los besos correctos, las primicias sin acople, espantadas a cada manotazo de lubricado cabello que emana de tus vientos en otoño.

Sentí como recorre mi brazo tu almohada, o en viceversa sentí mis golpes a tus caderas de madera galvanizada, radiada por mi ímpetu de coloquial embustero, romántico cuando los días se van manchados de cadencia, rosas surgiendo de tus cuello estirado, con sus puntas cercadas de vagancia, o los ríos de color nostalgia arrastrando todo el deseo que día a día, siento me tienen.

Sentí noches que pasan entre mensajes encendidos, periplos de callejero acomplejado llenando en forma lenta mis sienes de fantasías adolescentes, revistas donde ocupas todas las portadas, apareciendo como redentora precursora de deseos galantes, impulsos cuánticos de sorber con mis ansias las pupilas dilatadas en tus ojos, apuntando a mi boca, mientras te tiendes en el sillón.

Sentí histeria y coraje por no tener masa suficiente en mi falanges para tomar con mayor decisión tus muslos tiernos, destronadores de mariposas, artífices poderosos que llenan de dulzura de colores fosforescentes los pensamientos, como abejas colonizadoras de esperanzas, entre flor y flor, para sembrar en mi polen amargo la abundancia de tu boca, en reversa, hacia la mía.

jueves, 10 de agosto de 2017

No es que quiera prometer, pero lo hago.

No existe un dios ante el cual jurar,
por lo cual se ve difícil ir cantando coros divinos,
mintiendo a siniestra sobre el destino,
se vuelve más fácil comprometer los esfuerzos a las realidades,
más ciertas,
terrenales (territoriales)
por sobre sueños,
idílicos.
(aunque lo último es lo mío)

Claro,
podría empezar a prometer,
amarrar a palabras,
actos propicios,
novelas de acuarela,
injertos de ternura,
manos de alcachofa,
rosas de amanecer,
sábanas manchadas,
o pecados por cometer,
bastaría entonces,
una firma,
un estampado,
una huella,
volver atrás 20 siglos,
a los confesionarios,
a las sotanas,
al vetado derecho santo,
de ser libre en mis actos
y consecuencias.

Prefiero,
en cambio,
prometerme a mí mismo,
- Considerando cuánto vale para mi, mi palabra -
por lo que haré con tu cuerpo, lo que hago con el mio,
morderé con mis labios encrispados, cada centímetro que separa el tesón duro de tus deseos, mientras arranco a bocanadas de lengua el clítoris magistral que emana entre mis dedos y dientes.

Prometo, ser un batallón de valientes,
estirar mis brazos con las ansias de flanquear tus nalgas depositadas y prestas a que mis muslos las atraviesen, vanguardia que se encabrita a mis ansias gélidas, rodeadas de la ardiente lava que puede surcar con sus movimientos cada estrechez, archipiélago o selva, amazónica o no.

Prometo, ser un jurado de imaginaciones,
juzgar a tu mirada, frente a mi espejo de absolución, para enfrentar tus ganas de todo, hacia otres, y los míos, hacia otres, en la racional búsqueda del placer infinito y tirante, atado decrépitamente a la propiedad privada enseñada desde pequeño a nuestros sexos, bocas y anos.

Prometo, ser un recolector de recuerdos,
reconfigurar los espantapájaros que se sientan a las puertas de mi percepción de poeta, pasado a alcohol, para reirme de las borracheras, beber juntos y mezclar entre las drogas las sugestiones viables, sometiendo cada brecha de poder a cada viaje de locura, hasta donde demos más.

Prometo, ser un malabarista de verdades, 
mantener la risa y el llanto que merece cada vida, por la tuya a lo menos, sin pedir disculpas si es necesario, o agradeciendo en retorno, a mis bocanadas de hombre cierto, las complejidades de un pésimo y cansado jugador de poker, que esté aburrido de tirar las cartas sobre la mesa. 

Prometo, ser un amante de irracionalidades,
volverme enfermo de/con la cabeza entre tus senos, aspirar la droga más dura de tu cuello, reptar como sanguijuela por entre tu monte de venus y tu ombligo, devorar tus rodillas con mis uñas de tabaco, mientras exhalo las sentidas angustias de un demócrata cansado de la dictadura de tu cuerpo.

Prometo, ser un observador de distancias,
mirar hacia las estrellas tratando de imaginar los crepúsculos cuánticos, donde ahogaré mis ansias de conocimiento frente a las bisagras en cancioneros de pulsares y los ojos profundos que me evocan a seguir besando tus mejillas por las mañanas, entre otras cosas que besaré por las mañanas.

Prometo, nada y todo, en torno a esto.