Faltando 10 minutos para el dorado pulsar del reloj
de las 12 de la noche en estrepitoso ruido incoado
en la esquina del dolor invertebrado y la esencia parroquial de un difunto
internado de pasantías ufanas
me convida una señora a reírme del retorno de los feligreses
combatientes internacionales enraizados por ideas insurgentes
como costumbre adversa al hecho romántico del ser
y soy más que eso, a esta altura de la vida,
aun cuando no lo declare la defensa.
Transitando en dirección cordura => locura
observé de forma bizantina el avance del eco malabarista
sin poder replicar su forma agraz ni su dulzura correcta
deje que el golpe volcará todos los aspectos de la integridad moral
lanzándome raudamente contra la muralla del error
aplicando una presión en mi cuello igual al consentimiento aprendido en soltura
como forma de educarme en el dialogo de los tiempos actuales
aprendo a no ser
lo que soy.
Las lesiones se concretaron perfectamente por los vidrios explotando
entre los tibios momentos de pena, dicen testigos oculares del hecho
desde la providencia Constantina al Santiago recoveco
parecían módulos impecables las costras
repartidas por la plaza, buscando reparar el daño causado
con la sangre propia vertida a las masas de policías hambrientos
los balines bajaban el punzante dolor de la vergüenza
la bala apuntando a la cabeza, hacia olvidar el error de la carne mal educada
del actuar putrefacto que sale de la boca de quien ya no respira.
Posterior a ello, vino el suicidio ante la masa,
el arrojo valiente del cobarde como pago en monedas de tierra
sin que exista reparación más allá del arrepentimiento
se apuro a dejar en sus estelas los pies descalzos
pensando un futuro incierto y donde no exista posibilidad
de volver a cometer dos veces
el mismo error confesado.