viernes, 13 de noviembre de 2020

Creo en ti.

 Maldita desesperanza que me lleva como un loco a lugares oscuros, llenos de miedo, sometidos de angustia, irrisorios, infértiles, planos vacíos donde la luz se va atrincherando en la esquina de mi nostalgia por los días de calor, de vidrios rotos, de algarabía popular, donde las primaveras se volcaban a las calles y en el peor de los casos siempre tenía un brazo dulce del cual arrimarme como un gato subiendo por una araucaria del Congillio.

No creo en la democracia, no creo en las fuerzas populares inmovilizadas, no creo en la pantomima del Estado, no creo en ninguna de ellas por separado. No creo en el mercado, nunca creeré en el mercado.  

Creo en ti, te confieso. Creo en que si mi hora llega, o la hora de cualquiera, y no alcanzamos a ver esa bendita toma en la que se rompe la bóveda de diamantes donde encierran el futuro, serán otros los que caminen las mismas sendas, enciendan las bengalas, arrojen las piedras. Y tú, sé que estarás en medio de eso. 

Reconsideraciones

 No deja de ser llamativo que entre tantas nubes borrachas

tengamos una sociedad cansada de las sapiencias mínimas del egoísmo

y honestamente las ganas de que todos seamos todos

y los hijos de algunos sean los hijos de todos

pueblan mis lagrimas de abuelo infinitamente frustrado 

así no habrán niños sin madres

los hermanos serán hermanos de todos

nadie estará solo si no desea estarlo

y las abuelas nos criarán a todos

bajo el manto humano de quien da vida.

Sentiremos la punzada pulmonar 

cada vez que alguien tenga problemas al respirar

soñaremos con un mundo

donde el dolor sea colectivo

y aunque suene fuerte, solo por una misión

que la felicidad también lo sea.

La felicidad colectiva

es la búsqueda final

y no hablamos de felicidad personal

esa egoísta forma de entender las relaciones entre las personas

nunca más injustificada 

nunca más innecesaria

ya que al final los témpanos llegaran a las playas

el hambre alojara en las mesas

y la rabia quemará las cenizas, la lava, el temperamento humano

para alimentar con abono 

el mundo del futuro.

Por eso el llamado es a la guerra

a la consideración del prisionero

manifestando la violencia de la miseria.